sábado, 21 de marzo de 2009

La soledad de los ventrílocuos


La soledad de los ventrílocuos
Matías Candeira
Tropo Editores
Zaragoza, 2008




Elijo, como primera entrada del blog, este libro de un joven escritor madrileño que se estrena en esto de publicar con un conjunto de relatos bastate sorprendentes.

Me sorprendió, por ejemplo, que no fuera uno más de esos imitadores de Bukowski que tanto abundan entre los jóvenes que ahora mismo publican en España, para mi horror y mi pasmo. Candeira no es así, de modo que quien quiera leer eso, es mejor que ni se acerque a este libro.

¿Quiénes deberían acercarse, pues? Los amantes del relato que huyen de lo fácil, del efectismo, de la sangre y el sexo a raudales como maneras de mostrar eso que se viene llamando “la vida moderna”. La vida aparece en los relatos de Candeira (tan surrealistas, tan oníricos) de una manera mucho más creíble y plástica que la de todos esos pretendidos seguidores del realismo sucio. Claro que la vida que muestra este joven autor en sus relatos hay que captarla rascando las palabras, asomando la nariz entre líneas.

Se le agradece al autor, por ejemplo, que el uso del Surrealismo en los cuentos no sea una mera palabrería estúpida como ocurre muchas veces. El Surrealismo está usado en toda su magnitud, como muestrario del mundo y los tipos que por él caminan. Se muere una nevera y una familia se siente perdida, aterrorizada. Una ciudad es bombardeada con flores y el primer ministro quiere evitar que los ciudadanos recuerden la primavera. Una marioneta vestida de cazador sale del cajón en el que se encuentra para averiguar si es un cazador o si alguien le ha creado la necesidad de serlo. Un hombre está asustado ante el agujero cantarín que su novia tiene al lado del ombligo y otro corta la hermosa mano de una muerta y apuesta por esa extraña relación. Candeira nos conduce por un mundo en el que las familias tienen una estructura tan débil que la mínima cosa las desestabiliza, en el que las parejas se conocen tan poco que el abismo que los separa parece insalvable. Un mundo, también, en el que la gente transmite sus conocimientos y sus misterios antes de morirse y en el que uno se pregunta si no estará acaso predestinado a ser quien es.

Hay relatos en el libro de extensiones muy variadas. El autor se maneja mejor en los más breves ya que en los más extensos se pierde esa tensión necesaria para el relato y se va diluyendo poco a poco la sensación de emoción intensa que sí nos transmiten los relatos más cortos. Se nota la influencia “limpiadora” de Ford o de Cheever, aunque me atrevería a decir que la suya es una prosa más cercana a Nabokov, Machen o García Márquez. Tampoco creo que sea ajena al Cortázar más fantástico ni a Kafka. Aunque me refiero a esa influencia “limpiadora”, Candeira es un gran cultivador de la metáfora y la imagen, sus narraciones son en muchas ocasiones increíblemente bellas.

Este libro de relatos es una magnífica carta de presentación para su autor y un acierto pleno pata la editorial, Tropo.